El machismo, ese sistema ancestral de dominación masculina, no ha desaparecido; se ha adaptado. En la actualidad, sigue perpetuando desigualdades y violencia, pero ha encontrado nuevas formas de reproducirse y de usarse, convirtiéndose en un arma eficaz para la captación política de la derecha y en un combustible potente para el consumismo desenfrenado.

De Sistema de Dominación a Reclutador Político:
- Manipulación de la Vulnerabilidad: Es muy visible que machismo tradicional genera hombres inseguros, que ademas ahora se muestran temerosos de perder privilegios percibidos y confundidos ante los cambios sociales. La derecha política, especialmente sus vertientes más populistas y reaccionarias, identifica hábilmente esta vulnerabilidad.
- Creación de un Enemigo Común: Se presenta al feminismo, a la “ideología de género”, a la diversidad LGTBIQ+ y a la “corrección política”(wokismo o progre) como amenazas existenciales al “orden natural” y a la “masculinidad tradicional”. Esto crea un poderoso enemigo común que une y moviliza.
- Promesa de Restauración: Ofrece una narrativa seductora: la vuelta a un pasado idealizado donde el hombre era el “cabeza de familia” indiscutible y su estatus social estaba garantizado. Promete devolver el control y el poder perdido (o nunca realmente poseído) a esos hombres que se sienten desplazados. En una charla informal con Cintia Enriquez en la UAM-X ella nombraba como estas promesas incumplidas tanto a los sujetos identificados como mercancías-fuerza de trabajo, hombres y mujeres, constituían un estado de frustración y malestar constante.
- Simplificación y Emoción: El discurso machista recurrente en estos espacios es simple, emocional (basado en el miedo y la ira) y apela a sentimientos de insatisfacción de necesidades, por ejemplo la necesidad de comunidad, reconocimientos o seguridad. Esto lo hace altamente efectivo para movilizar a personas que pueden sentirse abrumadas por la complejidad del mundo moderno o desencantadas con la política tradicional. Los valores de la derecha (orden, jerarquía, tradición, nacionalismo) se alinean perfectamente con esta visión del mundo patriarcal.

El Machismo como Motor del Consumismo:
- Explotación de la Insatisfacción e Insuficiencia: El mismo machismo que promueve un ideal de hombre fuerte, exitoso, dominante y sexualmente potente, genera una profunda sensación de insatisfacción e insuficiencia en quienes no logran alcanzarlo (que no es nadie por son ideales inaccesibles, evacuativos y subjetivos.). Esta brecha entre el ideal inalcanzable y la realidad es un caldo de cultivo perfecto para el marketing.
- Venta de la Validación Masculina: El mercado ofrece productos y servicios que prometen cerrar esa brecha y validar la masculinidad:
- Bienes de Estatus: Coches potentes, relojes caros, tecnología de última gama, ropa de marca. Son símbolos de éxito y poder adquisitivo, sustitutos modernos de la demostración de fuerza física o dominio territorial.
- Productos de “Mejora”(re afirmación de genero): Suplementos para el gym, cosméticos “para hombres”, tratamientos contra la calvicie, incluso cirugía estética. Venden la promesa de acercarse al ideal físico inalcanzable.
- Entretenimiento y Ocio: Contenido (videojuegos, películas, deportes extremos) que permite vivir fantasías de poder, control y aventura, compensando la rutina o la falta de logros percibidos.
- El Mito Meritocrático como Justificación: El consumismo se vende bajo la lógica meritocrática: “Si trabajas duro, puedes comprarlo; si lo tienes, es porque te lo mereces”. Esto encaja perfectamente con la narrativa machista individualista que culpa al individuo (o a los “otros” – feministas, inmigrantes) por su fracaso, en lugar de mirar a estructuras sociales desiguales. Comprar se convierte en una forma de demostrar ese “mérito” y éxito.
Insaciabilidad Programada: La sensación de insuficiencia nunca se satisface realmente. Siempre hay un modelo más nuevo de coche, un suplemento más efectivo, un nivel más alto de estatus que alcanzar. El sistema consumista necesita esta insaciabilidad para perpetuarse, y el machismo proporciona la base emocional que la alimenta.
Conclusión:
El machismo del siglo XXI es un monstruo de dos cabezas. Por un lado, sigue siendo el pilar de un sistema de opresión que limita y daña a mujeres, diversidades y también a muchos hombres atrapados en sus mandatos tóxicos. Por otro, ha sido hábilmente cooptado como herramienta política para reclutar un ejército de votantes desencantados y manipulables para la derecha reaccionaria, alimentando sus filas con el miedo y la promesa de un pasado glorioso.
Simultáneamente, es el aliado perfecto del capitalismo consumista, que explota sin piedad las inseguridades y la insaciabilidad que el propio machismo genera, vendiendo productos como solución a problemas que el sistema mismo crea y mantiene.
Entender esta doble función – reclutador político y motor económico – es crucial para desmontar no solo la opresión de género, sino también las dinámicas políticas y económicas que se nutren de ella. La lucha contra el machismo es de forma personal también una lucha contra la manipulación política masiva y contra la explotación consumista.
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